Blogia

EN LAS ESTANCIAS DE CLÍO

Año nuevo, portada nueva.

Comienza el año 2005 (no, no voy a hacer la rima...) y a pesar del poco tiempo de vida del blog, he decidido cambiar la imagen de portada. El paisaje nevado bávaro, con el castillo de Neuschwanstein, ha sido sustituido por el cuadro que se puede observar, y que es uno de mis favoritos. Se trata de "El viajero contemplando el mar de nubes", de Caspar David Friedrich (1774-1840)
El cuadro, que se puede contemplar en el Kunsthalle de Hamburgo, creo que se ajusta bastante bien a la etapa que se inicia; tenemos todo un nuevo año por delante. Un nuevo año que, como el paisaje ante el caminante, se abre ante nuestros ojos. Pasadas las fiestas, comilonas (y resacas) de Nochebuena y Nochevieja, llega el momento de poner un pie delante del otro y comenzar la andadura.

Alguno pensará que todo esto es palabrería tópica. Y es cierto. Hoy por hoy, en las sociedades industriales posagrarias, el "verdadero año", a causa de nuestro ritmo de vida, no es el que va de enero a diciembre, sino el que va desde el final de las vacaciones de verano hasta el inicio de las siguientes...
Pero a pesar de ello, la cronología sigue mandando, y seguimos sometidos a la dictadura del calendario. La sensación que tenemos en enero de comenzar algo nuevo, no la tenemos en septiembre, donde -si acaso- tenemos la sensación de acabar algo.

¿Qué nos deparará el nuevo año? Al igual que el paisaje del cuadro, sólo podemos vislumbrar retazos. Todo lo demás, oculto por las nubes, sólo se irá desvelando según vayamos avanzando.

Que el año entrante nos sea propicio a todos.

Los cátaros: más acá del mito (III)

¿Por qué tuvo éxito el catarismo?
Examinar las causas del éxito es una cuestión compleja. Lo cierto es que en el siglo XII, la iglesia católica estaba en uno de sus peores momentos de popularidad: como han señalado algunos autores, seguía envuelta en una utopía de sociedad rural, con una perfecta armonía entre "oratores", "bellatores" y "laboratores", cuando hacía mucho tiempo que la sociedad había empezado a avanzar mucho más...
La pequeña y mediana nobleza occitana estaba casi desarticulada. No existía la primogenitura, por lo que las tierras se dividían en partes iguales entre los hijos. El resultado es que los caballeros solían ser dueños de una porción de suelo miserable, que tampoco rendía mucho, ya que las rentas que pagaban los campesinos eran fijas y no muy altas. Por si fuera poco, buena parte del suelo occitano eran alodios, propiedades de hombres libres no sujetas a tributo.
Además de esto, la nobleza vio como una de sus principales fuentes de ingresos estaba a punto de escapar de sus manos: el diezmo. A lo largo del siglo X, las parroquias que se oconstituían es colocaban bajo la protección y custodia de la nobleza. El diezmo que se pagaba para el sostenimiento de dicha parroquia era administrado por el noble, en calidad de garante. Pero en el siglo XII, la Iglesia católica, harta de que los caballeros no custodiaran o administraran los diezmos, sino que directamente se los quedaran, quiso administrarlos ella misma. Se desató así un conflicto entre los caballeros y la Iglesia que se tradujo en un aumento del sentimiento anticlerical entre la nobleza. Así, comenzaron a ver con buenos ojos a unos cátaros que tenían en la crítica a la Iglesia católica uno de sus puntales. Y que, llenos de dinero, y necesitados de protección, estaban dispuestos a compensar económicamente a aquellos que les protegieran.
En 1145, Geoffroy de Auxerre, compañero de San Bernardo de Claraval afirmaba: En verdad, encontramos algunos caballeros obstinados, no tanto por error, según nos parece, como por codicia y mala voluntad.
Entre la burguesía, ya se ha adelantado algo en el post anterior: el despegue de las ciudades libres, basado en la circulación de capitales y el comercio, ve en el catarismo un aliado clave. Muchas ciudades no dudan en proteger a los cátaros, quienes llegan a ocupar puestos de relevancia en los gobiernos locales. Frente a ellos, el catolicismo ve cómo un campo superpoblado sirve de fuente demográfica para el crecimiento de unas ciudades que son vistas como centro de todo vicio.
Entre el campesinado, prende como entre la nobleza, el contenido anticlerical del catarismo. Anticlericalismo basado en el pago de los diezmos y demás cargas fiscales que se debían a la Iglesia. Tal vez, en muchos casos, su inclinación por el catarismo se hacía siguiendo el camino que ya había tomado su señor.
Sin embargo, no conviene exagerar. El catarismo se nos presenta como un movimiento probablemente más urbano que rural, más aristocrático y burgués que campesino. La mayoría del campesinado no pasó de "oyente", o si acaso, de "creyente". Los discursos simples y anticlericales de los perfectos les fascinaban, pero de los interrogatorios inquisitoriales se desprende que de dichas prédicas sólo retenían retazos unidos entre sí de manera más o menos confusa.
Otro factor a tener en cuenta era el femenino: en el siglo XII muchas mujeres empezaron a tomar conciencia "de género", como diríamos hoy. El catarismo admitía a las mujeres en plano de igualdad a los hombres, pudiendo llegar a ser perfectas. Muy al revés que un catolicismo que consideraba a las mujeres poco menos que seres inferiores, fuente de toda desgracia y pecado.
Evidentemente, esta reivindicación de su feminidad no podía darse en mujeres campesinas que trabajaban de sol a sol, sino en mujeres de mayor preparación (y tiempo libre). No resulta extraño que la proporción de gente de origen aristocrático fuera claramente mayor entre las perfectas que entre los perfectos.
Las casas de las damas cátaras jugarán un papel decisivo en la expansión y protección del catarismo.

Este panorama occitano sería más o menos transmisible al norte de Italia, donde el despertar económico y cultural estaba haciendo que también se cuestionaran muchas cosas...
Sin embargo, la Iglesia Católica persistió en su error: siguió dando pruebas de corrupción e incapacidad, los curas a menudo eran hombres simples y sin formación incapacer de salir bienparados de un debate con perfectos. Se siguió condenando a las mujeres a poco menos que el ostracismo y las ciudades seguían siendo consideradas nuevas Babilonias.

Cabe, en este punto, hacerse una pregunta: ¿Por qué en latitudes más septentrionales el catarismo no arraigó tanto? Los factores son varios. En primer lugar, la población católica desplegó un activismo mayor. Muchas veces, los propios campesinos asaltaban las cárceles donde estaban presos los herejes para quemarlos ellos mismos, sin esperar al juicio. Por otro lado, los adversarios de los cátaros eran de mayor calidad: el norte de Francia se convirtió en un núcleo intelectual en el que se leían y estudiaban con profundidad las Escrituras y la Filosofía: París, Chartres, Reims... El bagale teológico y filosófico de las élites católicas del norte superaba ampliamente a las del sur. Hildegard von Bingen, los hermanos Elisabeth y Eckbert von Schönan... no tuvieron reparo en sacar a colación las miserias de la Iglesia católica que servían de alimento al catarismo, a la vez que oponían argumentos teológicos al naciente catarismo septentrional, desbaratándolo.
Finalmente, en el norte hubo una mayor interrelación entre poder civil y religioso. A menudo sus representantes provenían de una misma familia, y los grandes magnates tenían cancilleres y asesores instruidos en los centros septentrionales del saber. La Iglesia y la nobleza, a diferencia de lo sucedido en el sur, se apoyaron y protegieron mutuamente.

Los cátaros: más acá del mito (I)

En los últimos tiempos está proliferando un determinado tipo de literatura y de libros "de investigación" que tienen en los cátaros uno de sus principales puntos de referencia. Sin embargo, lejos de contribuir al estudio de uno de los temas más apasionantes de la historia medieval, todos estos libros que inundan el mercado están contribuyendo a transmitir una visión sobre el catarismo excesivamente desfigurada, basada en buena medida en tópicos esotéricos y pseudohistóricos.
Se inicia con este post una serie dedicada a los cátaros. Teniendo en cuenta la amplitud del tema, he optado no tanto por analizar de manera exhaustiva todos y cada uno de los aspectos de dicha herejía, sino por revisar aquellas afirmaciones que -sobre todo últimamente- se han generalizado: cuál era la visión que tenían de Jesús, sus supuestos vínculos con el Temple o el grial, el Montségur, etc.

¿Qué era el catarismo?
Se designa catarismo (del griego katharós, "puro") a un movimiento religioso de carácter herético que se desarrolló en varios lugares de Europa Occidental, pero sobre todo en el norte de Italia y en el Languedoc, a partir del siglo XII. Además de cátaros, sus seguidores han pasado a la historia con el nombre de albigenses (por la ciudad occitana de Albi). Los cátaros partían de una concepción del mundo de carácter dualista, estableciendo una oposición entre un Dios propiamente dicho, creador de todo lo espiritual y otro dios maléfico (el "Dios extraño" o "Dios extranjero") que había creado la materia para encarcelar y esclavizar las almas.
Este movimiento tuvo gran difusión por Occitania, encontrado adhesiones, o al menos apoyos interesados, entre todos los estamentos sociales. Al final, en la primera mitad del siglo XIII, se desencadenó una sangrienta represión (cruzada, inquisición...) que hizo que el catarismo desapareciera en el siglo XIV.

¿Era un movimiento unido y monolítico?
No. Los historiadores dividen el catarismo fundamentalmente en dos corrientes: una mayoritaria, la del dualismo absoluto, y otra, dualista moderada, predominante en algunas zonas del norte de Italia.
Las diferencias entre ambas corrientes se mostraban de manera clara y evidente en sus respectivas teologías. Como describirlo de manera detallada sería demasiado extenso, me voy a centrar en un aspecto, a modo de ejemplo.
El catarismo defendía que el Dios Extranjero (asimilable a Satanás), arrastró consigo a parte de los ángeles que rodeaban a Dios y los encerró en cuerpos de carne y hueso en el mundo material. Se establecía así una diferencia entre el alma, la parte angelical capturada y encerrada en el cuerpo, y el espíritu, la parte que había quedado en el cielo, que servía de guía al alma, a la espera de reunirse con ella tras la muerte.
Sin embargo, ambas corrientes discernían en algunos aspectos:
Los moderados creían que los ángeles que habían acompañado al Diablo en su rebelión estaban ya perdidos. Por ello, cuando Adán y Eva empezaron a engendrar a su descendencia, con cada nuevo ser humano, engendraban su correspondiente alma. Esas nuevas almas serán las que ocupen el lugar que ha dejado vacío en el cielo el conjunto de ángeles caídos. Así pues, las almas de los hombres eran creadas "ex novo" con cada nacimiento.
Por el contrario, los dualistas absolutos creían que las almas no surgían por generación. Las almas de los ángeles caídos se iban incorporando a los hombres según iban naciendo. Todas esas almas estaban llamadas a recuperar su lugar en el cielo. Para ello, deberían morir, habiendo recibido previamente el sacramento cátaro del consolament. Si no se recibía, el alma vagaba de cuerpo en cuerpo, reencarnación tras reencarnación, hasta que fuera a parar a un cuerpo que recibiese el consolamentum, con lo que tras la muerte pondría fin a su vagar y regresaría al cielo.

¿Cuál fue el peso de los elementos foráneos?
Tradicionalmente, el dualismo cátaro, oponiendo dos principios enfrentados, se ha emparentado con el maniqueísmo persa. Éste habría pasado a los Balcanes a través del Imperio Bizantino y de ahí, a Europa Occidental.
Ciertamente, el catarismo siempre ha sido vinculado con el bogomilismo, herejía surgida en Bulgaria. De hecho, a los cátaros se les llamaba a menudo "búlgaros". Sin embargo, este vínculo cátaros-bogomilos no ha sido demostrado documentalmente con anterioridad a la segunda mitad del siglo XII. Con anterioridad, en el siglo XI, Occitania ya había conocido un movimiento herético autóctono, cuya doctrina no era igual a la del catarismo. No resulta descabellado pensar que la nueva herejía prendió sobre el poso de la primera. Sin olvidar que los escritos filosóficos guardados en los monasterios jugaron su papel. Los textos platónicos y neoplatónicos, con su exaltación del alma frente a la cárcel corpórea; textos apócrifos que mostraban un cristianismo un tanto diferente al oficial... seguramente fue un mazazo en la conciencia de monjes y predicadores, que fueron perfilando una teología y espiritualidad alternativas. En ess contexto, la influencia bogomila se topó con un terreno ya sembrado y floreciente.

¿Fueron un movimiento sin jerarquías?
Desde luego, rechazaron la jerarquía propia de la Iglesia Católica. Pero el catarismo en sí mismo encerraba un cierto componente jerárquico interno, dividiendo a las gentes entre perfectos, creyentes y oyentes.
Los perfectos eran aquellos que habían recibido el consolament, el único sacramento cátaro, consistente en la transimisón del Espíritu Santo por la imposición de manos. Era así un bautismo espiritual, sin elementos materiales como el agua o el aceite. Los perfectos se llamaban a sí mismos "Buenos Hombres". Vestían de manera modesta y practicaban la confesión pública de sus pecados. Rechazaban hasta extremos insospechados el contacto sexual, al considerarlo fuente de creación de nuevos cuerpos, de materia impura. Veamos algunos de esos extremos insospechados:
-A la hora de impartir el consolament a una mujer, no le tocaban la cabeza. Durante el ritual, cuando los oficiantes eran de distinto sexo y tenían que darse el beso de la paz, no se lo daban en la mejilla, sino que besaban ambos un mismo ejemplar de los Evangelios.
-No comían carne, debido a que era materia fruto de acto sexual, y por lo tanto, doblemente impura. Sí comían pescado, ya que según la creencia de la época, los peces nacían por generación espontánea de unos gérmenes o animáculos presentes en el agua.
Eran radicalmente pacifistas. Les estaba prohibido matar, salvo lobos o serpientes en legítima defensa. En una etapa posterior, ni siquiera en esos casos se llegaba a autorizar el matar a un ser vivo.
Los creyentes eran aquellos que se adherían al catarismo de modo laico y sin recibir el consolament. En cuestiones como el sexo o la violencia no se les aplicaban tantas exigencias. Su único deber era respetar a los perfectos. Mediante la "convenensa", los perfectos se comprometían a administrar el consolament en el futuro a un creyebte en caso de peligro de muerte y de que no pudiera hablar.
Los oyentes eran la masa de seguidores y simpatizantes que oían sus prédicas, pero que no llegaban al grado de compromiso y adhesión que los creyentes.

Los cátaros tenían su propia estructura religiosa, con diáconos, sacerdotes y obispos (siempre perfectos) No tenían un papa en sentido estrico, aunque en el importantísimo concilio cátaro de Saint-Felix-de-Caraman (1167)aparece un "papa" Nikétas, obispo de Constantinopla, quien en dicho concilio organiza territorialmente las iglesias cátaras occidentales y logra imponer el dualismo absoluto como línea oficial. A menudo, las iglesias occitanas e italianas aceptaban como autoridad religiosa suprema obispos de iglesias dualistas dálmatas o balcánicas.

Acre, con "A" de Aventura (y II): Luis Gálvez.

Luis Gálvez nació en San Fernando (Cádiz), en 1864. Tuvo una juventud desordenada, marcada por el juego y los duelos... Convertido en empleado de banca, fue expulsado por firmar cheques sin fondos, lo que le obligó a abandonar el país. Se estableció en Buenos Aires, donde no tardó en meterse nuevamente en problemas por su afición a sus duelos -en concreto, por una cuestión amorosa- debiendo huir a Río de Janeiro. Una vez allí, logró prosperar, pero la revuelta federalista y el caos subsiguiente (incluido el cerco de la propia Río de Janeiro) le hizo perder su negocio, arruinándose.
Marcha entonces a Manaos, donde trabaja como taquígrafo del Congreso del Estado de Amazonas. Allí conoce a Guillermo Uhtohff, gaditano de ascendencia alemana, de talante aventurero y que con el tiempo sería su mano derecha durante la aventura de Acre.
Uhtohff le ofrece un puesto en el consulado de Bolivia en Manaos. Allí, Gálvez se entera de un proyecto secreto de los EEUU para hacerse con el control de las zonas caucheras del Acre, a cambio de prestar apoyo a Bolivia contra Brasil. A Gálvez le falta tiempo para hacerlo público a través de la prensa, destapándose el escándalo. Desatado el revuelo, el gobernador de Amazonas, Ramalho Júnior, le encarga a Gálvez organizar una expedición para ocupar Acre. Pero los planes del español son otros: crear un estado independiente. Para ello, entra en contacto con la Junta Revolucionaria de Acre, órgano de carácter más o menos secesionista que agrupaba a los patronos del caucho, los cuales exportaban casi dos millones de kilos de caucho al año.
Gálvez organiza su expedición: veinte españoles veteranos de la guerra de Cuba armados con fusiles, y 200 bártulos de materiales para la causa. Por aquellos días, actúa en Manaos una compañía española de zaruela, a la que Gálvez convence para que se sume a su aventura. Esta presencia española hace que en Washington muchos crean que una operación tan contraria a sus intereses está orquestada desde Madrid, a modo de represalia por la derrota de 1898, y de paso sustituir como fuente de ingresos el perdido azúcar cubano por el caucho de Acre. El gobierno español realmente no estuvo detrás de esta operación, pero el propio Gálvez reconoció varias veces que sí sintió la (satisfactoria) sensación de que estaba vengando a España por la derrota del 98.
Tras 20 días de navegación río arriba, la expedición llegó a Acre. Y es aquí donde retomamos la acción tal como la dejamos en el post anterior.
El día 14 de julio de 1899, con el apoyo de la Junta Revolucionaria de Acre, se proclama el Estado Independiente de Acre, siendo designado Gálvez su presidente.
Gálvez crea un estado de la nada: capital en Porto Acre (refundada sobre la vieja Puerto Alonso), bandera (formada por dos triángulos, uno verde y el otro amarillo), ministerios, escuelas, sanidad pública, ejército, administración... como dijo en su discurso de toma de posesión: "La Patria nos abandona. Nosotros crearemos otra. Todo para Acre es mi divisa".
Pero el Estado de Acre no recibe ningún apoyo ni reconocimiento internacional. Bolivia manda tropas para sofocar el movimiento secesionista. Gálvez ordena entonces el embargo del caucho, prohibiendo su exportación, como manera de presionar a Bolivia. Pero la mayoría de los patronos caucheros de la Junta Revolucionaria, que lo sostienen en el poder, no están de acuerdo, y el 28 de diciembre lo deponene. Pero la nueva situación sólo dura un mes. La población pide a gritos que Gálvez recupere el poder, cosa que sucede. Mientras, el ejército boliviano, que había sido acorralado en Porto Acre, es expulsado de la naciente república.
Gálvez convoca entonces unas elecciones que no se llegarían a celebrar. En abril de 1900, Brasil envía una pequeña fuerza al territorio. No quieren problemas con Bolivia, al menos por ahora. Al no contar con ningún apoyo, Acre se rinde a los brasileños sin ofrecer resistencia. Bolivia recupera el control del territorio. Gálvez, enfermo de paludismo, marcha a Europa.
El gobernador brasileño de Amazonas, Silvério Neri, envía una expedición al mando del periodista Orlando Correa (la llamada "Expedición de los Poetas") que entra en Acre y proclama la Segunda República en noviembre de 1900. Pero esta nueva república dura poco más de un mes: el ejército boliviano recupera el control de la región en una serie de acciones que finalizan en la nochebuena de ese mismo año. Sin embargo, el gobernador Neri insiste, y aún auspicia una nueva expedición. Puede observarse cómo a lo largo de esta historia, el estado brasileño de Amazonas muestra una autonomía total en la cuestión de Acre.
El cabecilla de la nueva expedición es el soldado brasileño José Plácido de Castro. Castro se apodera de todo Acre, salvo la capital, Porto Acre, que no cae hasta el 24 de enero de 1903. Tres días después, proclama la Tercera República, ahora sí, con el apoyo de Brasil, que envía tropas. Casualmente, Gálvez vuelve a reaparecer por la zona.
Se produce entonces un cambio en Bolivia: el coronel Pando, quien "casualmente" había estado exiliado en Brasil, se hace con el poder. Envía al ejército a Acre para recuperar el control, pero a la vez negocia. Antes de que se produzcan combantes de cierta relevancia, Brasil y Bolivia firman un acuerdo preliminar el 21 de marzo.
El acuerdo es ratificado en el Tratado de Petrópolis (17 de marzo de 1903). Bolivia entrega 191.000 kilómetros cuadrados de Acre a Brasil, a cambio de compensaciones territoriales en la zona de Matto Grosso. La cosa queda zanjada en 1912, con un acuerdo entre Bolivia y Perú.
Acre se convirtió en territorio federal brasileño el 25 de febrero de 1904, y alcanzaría el rango de estado el 15 de junio de 1962.
Pero la cuestión del caucho dió un inesperado giro poco después del Tratado de Petrópolis: Gran Bretaña había empezado a plantar semillas de hevea brasiliensis en sus colonias de Malasia en 1898. Poco a poco, se fue creando un núcleo cauchero en el sureste asiático, más accesible que el amazónico.
¿Resultado? En 1915, Asia ya producía el doble de caucho que el Amazonas. En 1920, producía ocho veces más. Y en 1939, el 98% de la producción mundial de caucho salia de Asia.
Las grandes fortunas amazónicas se arruninaron, los gomales desaparecieron y Manaos pasó a ser la sombra de un pasado glorioso.
Gálvez, tras la resolución del contencioso de Acre, volvió a desaparecer. Moriría en España en 1935, legando a la posteridad una frase profética:
"Ésa era la calamidad que yo ambicionaba evitarle a la América Latina (...) Hoy, Norteamérica (...) ya tiene, pues, una mano sobre el corazón de Sudamérica, como tiene la otra sobre el de América Central. Pero esto no se ve... y cuando se vea, será tarde".
Curiosamente, la epopeya de Gálvez dejó un impensable legado: entre los logros del Estado Libre de Acre se encontró el de llegar a emitir sellos propios. Hoy en día, sólo quedan seis de esos sellos, y son de los más valiosos dentro del mundo de la filatelia.

Acre, con "A" de Aventura (I): Fitzcarraldo.

Entre 1899 y 1903, la región de Acre, territorio selvático rico en caucho, ubicado en la confluencia de Brasil, Bolivia y Perú, protagonizó un episodio de carácter secesionista que casi podríamos considerar sacado de una novela de Joseph Conrad. Aventureros del más variado pelaje coincidieron allí en uno de los capítulos más curiosos -y menos conocidos- de la Historia de Hispanoamérica.
El territorio de Acre era parte del imperio español, pasando en su práctica totalidad a Bolivia tras la independencia. Bien es cierto, sus límites con Perú, y sobre todo Brasil nunca quedaron muy claros. Además, la dificultad de acceder a una región tan apartada y selvática hicieron de Acre una especie de tierra de nadie, donde ningún gobierno ejercía realmente un control efectivo.
Y así podría haber seguido siendo. Pero en 1839, Charles Goodyear descubrió el proceso de vulcanización del caucho. Ello, unido al "boom" de los medios de transporte tras la segunda revolución industrial (primero la bicicleta, después el coche, con sus correspondientes necesidades de neumáticos) hizo que a partir de 1880, el caucho -al que pronto se le descubrieron otras utilidades industriales y militares- empezara a conocer una fuerte demanda.
Los territorios de Acre eran ricos en caucho, como casi toda la Amazonia. Ello había propiciado el desarrollo de urbes como Iquitos (en Ecuador, hoy Perú) o Manaos. Esta última era una auténtica capital cauchera. Un núcleo de lujo y poder en mitad de la selva. La ciudad llegó a contar con un espectacular Teatro de la Ópera, e incluso los ricos potentados del caucho mandaban sus trajes Amazonas abajo para que fueran lavados y planchados ¡en París!
Tradicionalmente, el caucho se extraía talando el árbol de raíz y sangrando el tronco para extraer el látex, coagulándolo con sal o potasa. Sin embargo, este sistema era costoso y complicado por el nomadismo que conllevaba, ya que las áreas caucheras se deforestaban rápidamente y era necesario buscar más.
Por el contrario, el árbol de la shiringa (Hevea brasiliensis) suponía una explotación sedentaria, y por ello, más rentable, al poder aplicársele los criterios de producción de una plantación. El látex de la hevea (llamado jebe o goma fina) valía el doble que el llamado vulgarmente caucho.
Los árboles eran localizados gracias a los silbidos del pájaro siringuero, que tiene por costumbre anidar en esos árboles. El explorador de gomales (rumbeador) tomaba posesion de loa árboles grabando sus iniciales en los troncos, para reclamar después su propiedad a efectos jurídicos. Se instalaba entonces en el lugar una pequeña colonia para comenzar la explotación, abriéndose los caminos (estradas) que bordeaban el gomal (conjunto de árboles).
Cada mañana, se repetía la misma operación: realizar una incisión en el tronco del árbol y colocar debajo un pequeño recipiente de latón (tichela) para recoger el látex. Una vez lleno, se vaciaba en una batea de madera y se llevaba al hornillo (buyón). Frente al hornillo había dos horquillas de madera atravesadas por un palo, sobre el que se apoyaba un segundo palo, más gordo, que se sujetaba con una mano, mientras con la otra se derramaba poco a poco el látex sobre el bastón horizontal, untado con barro para evitar que se adhiriese la goma, y se le daba vueltas lentamente, haciendo pasar el látex por el humo del hornillo, de modo que el calor lo solidificaba. El resultado era la "bolecha" de 20 a 40 kilos de peso; se le sacaba la vara que lo atravesaba y ya estaba lista para su comercialización.
Si debemos poner nombre y apellidos al responsable del "boom" cauchero en Perú, y por extensión, también en Acre, hay que pensar en Carlos Fernando Fitzcarraldo.
Nació en 1862, hijo de William Fitzgerald, un irlandés establecido en Perú. Tuvo una juventud tortuosa, con reyertas, fugas e incluso un intento de fusilamiento en 1879, durante la guerra del Pacífico, acusado de espiar para Chile.
Fitzcarraldo se estableción en el río Uyacalí, en las zonas orientales de Perú. En 1890 ya era el patrón cauchero más rico de la región, gracias sobre todo al trabajo de unos indígenas en régimen de práctica esclavitud. El secuestro de indígenas para trabajar en los gomales estaba a la orden del día. Era la manera de suplir la ausencia de peones, víctimas de una elevadísima mortalidad.
Las explotaciones caucheras se organizaban mediante el sistema de "habilito": los peones recibían un sueldo mensual (que pulían en los economatos, salas de juego y burdeles del asentamiento, que eran propiedad del patrón, por lo que estaban permanentemente endeudados con él y no podían abandonar su puesto de trabajo). Los caucheros, por el contrario, cobraban a destajo y por tanto alzado, explotando por contrato los cauchales del patrón. Aunque ganaban más que los peones y tenían algo más de autonomía financiera, no era raro que cayeran también el mencionado círculo de endeudamiento permanente con el patrón.
Pero no eran sólo indígenas, peruanos, bolivianos o europeos. Cada vez iba más en aumento el número de peones brasileños en los cauchales, lo que tendría consecuencias en el futuro.
En 1893, Fitzcarraldo tenía a sus órdenes a 2000 peones, a los que dirigía con mano de hierro. Inició una serie de exploraciones a lo largo de los ríos Alto Ucayalí, Urubamba, Maru, Tambopata y Madre de Dios, de modo que extendió sus actividades por Acre. En 1896 Fitzcarraldo recibió del gobierno de Bolivia el derecho exclusivo de navegación por esos ríos.
Fue en uno de esos viajes cuando Fitzcarraldo llevó a cabo la gesta inmortalizada posteriormente por el cine: descubrió el istmo que lleva su nombre, y que comunica la cuenca del río Ucayalí con los ríos Madre de Dios y Beni. La más importante de las barcas de la expedición, la "Contamana", para poder cruzar el istmo, tuvo que ser desmontada y arrastrada por tierra a lo largo de 10 kilómetros, superando alturas de 450 metros. Deslizada sobre troncos aceitosos, amarrada por dos cables de acero a su máquina de vapor que, emplazada en el lugar más alto del istmo, impulsaba el transmporte mientras varios indios empujaban...
Fitzcarraldo constituyó una próspera sociedad con Antonio Vaca Díez, rico senador boliviano y empresario, de origen español, y el patrón cauchero Nicolás Sánchez. Entre los tres, exploraron -y explotaron- la región cauchera del Loreto peruano y el Acre boliviano.
Fitzcarraldo había creado un auténtico imperio en la cuenca alta del Amazonas. En un territorio antes despoblado, ahora había establecimientos caucheros cada 40 ó 50 kilómetros.
Pero la afluencia de trabajadores brasileños crecía en progresión geométrica. Tras una serie de roces, se llegó a una lucha abierta. Fitzcarraldo y sus socios lograron expulsar a los caucheros brasileños. El problema era que la población brasileña seguía aumentando en Acre, propiciando un incipiente secesionismo. Fitzcarraldo sabía que necesitaba las rutas fluviales de la Amazonia brasileña para exportar su caucho, por lo que tampoco veía con buenos ojos seguir una política de abierta hostilidad hacia Brasil. Es por eso que, a pesar de sus iniciales coqueteos con la causa, no llegó a comprometerse con un proyecto conspirador para crear una república cauchera amazónica independiente de Brasil.
Pero en 1897, todo se truncó. Fitzcarraldo y Vaca Díez murieron en circunstancias poco claras durante un viaje por río. Suárez, el único socio vivo, intentó hacerse con la totalidad del imperio, pero la viuda y los hermanos de Fitzcarraldo intentaron impedirlo. En Acre y la Amazonia peruana, los hombres de Suárez y los de Fitzcarraldo acabaron a tiros. Ante el vacío, los caucheros, peones y colonos se sublevaron. Se habían acabado los patronos... y con ellos, las deudas. Los asentamientos caucheros fueron arrasados, los almacenes asaltados. Los indígenas, hartos de la explotación, aprovecharon para sublevarse también.
En 1898, el Acre estaba tambaleándose. Los colonos y caucheros brasileños habían tomado las armas y habían organizado la rebelión por su cuenta. Los representantes de la administración boliviana abandonaron el territorio. Desde Brasil, el gobernador de la Amazonia apoyaba la revuelta. Y en esto, apareció en Acre un español llamado Luis Gálvez Rodríguez de Arias.
Pero esta parte de la Historia se tratará en el siguiente post...

Galia=Galicia=Gales. Pues no...

En el post anterior me dediqué a glosar un aspecto más o menos desconocido de los pueblos celtas. Sin ánimo de caer en la monotonía, este pequeño artículo también va a tratar de un tema de carácter celta.
Un tópico muy extendido es la idea de una raíz celta *gal- más o menos extendida por todos los territorios célticos de Europa; la encontraríamos en voces como galo, gálata, Donegal (condado irlandés), Galway (otro condado irlandés), Galloway (en Escocia), gaélico... y "por supuesto", Gales y Galicia. Pues bien, hete aquí que el "por supuesto" sobra.
La raíz celta *gal-, como ha señalado Francisco Villar, parace ser un elemento indoeuropeo presente en voces como el lituano galeti (poder), el ruso golemu (grande), el irlandés y bretón gal (valentía y poder, respectivamente)... así pues, los pueblos celtas con nombre empezado en gal- serían "los poderosos, los valientes". Pero como he dicho, Galicia y Gales se salen de la nómina.
-Galicia: la voz proviene del latín Gallaecia, nombre que los romanos dieron al conjunto del noroeste peninsular, a partir de los gallaici, pueblo probablemente de origen lusitano que vivía en la orilla norte del Duero, cerca de su desembocadura. Sin embargo, hay que hacer aquí una pequeña matización. La voz gallaici es tardía. Los griegos y romanos se refirieron en un primer momento a estos pueblos como kalláikoi y callaici. Así los encontramos en Estrabón, Plinio o Ptolomeo. El paso de cal- a gal- resulta ser posterior (a diferencia de gallus (galo) o gael, casos en los que no nos consta la preexistencia de un kallus o un kael).
Rivas Quintáns y otros lingüistas establecieron la raíz preindoeuropea *Kal-ekko, siendo -según algunos- el sufijo *ekko un añadido protoindoeuropeo. Esa raíz *kal- sería una variante alternativa de *kar: "roca, monte, dureza". Así, esa nomenclatura preindoeuropea convertiría a los kalláikoi/callaici en "los montañeses, los duros".
Bien es cierto que uno se puede plantear si el indoeuropeo *gal no pudo derivar de ese preindoeuropeo *kal (al fin y al cabo, sus significados son prácticamente los mismos) Sea o no así, el caso es que la voz Galicia nos remite de manera directa a la forma primigenia *Kal.

Por supuesto, otra cuestión ya sería si en Galicia hubo o no celtas en el pasado, y de haberlos habido, si dejaron algún legado visible en la actualidad. Ese debate (en el que mantengo una posición más bien escéptica) levanta pasiones. Para muestra, entrad en Celtiberia.net y comprobad la cantidad de debates abiertos sobre el asunto y su intensidad.

-Gales: lo curioso de este topónimo es que no sólo no es celta, sino que proviene de la lengua de uno de los pueblos enemigos de los celtas...
Como es de sobra conocido, a partir del siglo IV de nuestra era, los anglos, jutos y sajones se asentaron en Britania, como federados del Imperio Romano. A partir del siglo V, tras el abandono de la isla por Roma, iniciaron un avance hacia el oeste, arrebatando sus tierras a la población autóctona (celtas más o menos romanizados) en unas luchas que duraron casi dos siglos y que inspirarían el mito artúrico. Los britanos quedaron confinados en las zonas más occidentales de la isla. Algunos optaron por cruzar el canal y asentarse en la Galia noroccidental, que sería por ello rebautizada como Bretaña. Un grupo más reducido llegó incluso al norte de Galicia y Occidente de Asturias.
El caso es que los anglos y sajones se sintieron tan a gusto en sus nuevas tierras, que sus soberanos empezaron a usar el título de "Reyes britanos" (Bretwalda). Y la cosa no acabó ahí. Empezaron a denominar despectivamente a los britanos -a pesar de ser los primeros habitantes de la isla- como "extranjeros". Y aquí es donde empieza el lío. Extranjero, en anglosajón se decía wealh. La tierra donde vivían esos "extranjeros" era llamada Walas. Y del anglosajón Walas al inglés moderno Wales sólo había un paso. Fue la adaptación fonética al castellano (y a otras lenguas romances) de la voz inglesa lo que originó la forma Gales.
Se plantea entonces una duda evidente: ¿cómo se llaman los galeses a sí mismos? En galés, lengua celta aún viva, Gales es llamado Cymru (pronúnciese más o menos "Combra"), que viene a ser "la Patria". Los galeses son cymry ("compatriotas") y su idioma cymraeg.
De ese Cymru pronunciado "Combra" derivó la denominación latina del país, ya desde comienzos de la Edad Media: Cambria. Aún hoy, la cordillera que ocupa la mayor parte de Gales es denominada Montes Cambrianos.
De todos modos, aún hay un residuo toponímico más: en su avance a largo de los siglos VI y VII, los anglosajones no sólo arrinconaron a los britanos en Gales. También en el suroeste de la isla (Cornualles), y en el noroeste de la antigua provincia (actualmente, el noroeste de Inglaterra y el suroeste de Escocia). Pues bien, esa región del norte inglés, en la que los galeses del norte subsistieron hasta mediados del siglo X, todavía se llama hoy en día Cumbria o Cumberland, que nos remite a la voz Cymru/Cambria.

Mítica

Esto no va a ser un artículo en sentido estricto, sino un simple agradecimiento...
Toni M. Jover acaba de darme la bienvenida al universo de los blogs a través de un hermoso relato alusivo al tema. Lo podéis encontrar en su blog Mítica que os aseguro no os defraudará. El penúltimo artículo que había colgado antes de la mencionada bienvenida, dedicado a la pintura de El secuestro de las doncellas hallada en el Tassilli, nos muestra cómo Toni elabora los artículos con una seriedad y una exhaustividad envidiables.
Mil gracias.

2004: ¿Annus horribilis para la divulgación histórica?

Comenta David Solar en el número de este mes de la revista "La Aventura de la Historia", la desolación que le produce el panorama de la novela histórica en este año que termina. Insiste en cómo han proliferado determinados subproductos, sin citar nombres.
Pues bueno, yo los cito. Evidentemente, se está refiriendo a El Código Da Vinci, secuelas, precuelas e imitaciones. Pero lo peor de todo es que la cosa no se queda en los aspectos meramente ficticios. Jugando con el argumento, se ha establecido una especie de ambigüedad consistente en no aclarar dónde empieza y dónde termina la ficción, y dónde la realidad histórica.
El resultado es que el síndrome ha acabado afectando no ya sólo a la novela histórica, sino también al ensayo histórico. Contad, ¿cuántos libros se pueden encontrar hoy en día en una librería que respondan a títulos como Las claves del Código Da Vinci y similares?. La última vez, yo conté una decena.
Y este tipo de lecturas tienen su público. Y es mucha la gente que se ha creído a pies juntillas lo del Priorato de Sión, los templarios, cátaros, griales y demás.
Alguno puede pensar que el ensayo histórico ha hecho algo más este año. Y es cierto, pero el panorama no resulta mucho más optimista. Las editoriales parecen haberse centrado fundamentalmente en tres temas:
-Historia militar del siglo XX.
-Reyes y reinas de la Historia de España.
-La guerra civil.

En el caso de los reyes y reinas, creo que el mercado empieza a estar saturado. ¿Cuántas biografías podemos encontrar ahora mismo sobre la figura de Isabel "la Católica"? Ya no quedan prácticamente personajes regios de los que escribir biografías/hagiografías. Incluso los hijos ilegítimos se han subido al carro. El resultado es que nos hemos encontrado con autores que han llegado a publicar este año biografías reivindicativas no ya de Isabel II, sino incluso de Fernando VII, lo que casi podría parecer una broma de mal gusto.

Pero el panorama resulta desolador en el ámbito de la Guerra Civil española. ¿Está todo dicho ya? Evidentemente no. Pero el problema es que los libros que han salido a lo largo de este año parecen profundizar en una línea que ya se inició hace unos cuantos años, consistente en usar los estudios sobre nuestra guerra civil como arma ideológica. Libros que no están interesados tanto en abrir nuevas vías de investigación o profundizar en las ya existentes, como en poner a caldo a sus rivales ideológicos, identificándolos con uno de los bandos de la guerra; así, unos se acusan a otros de fascistas, matacuras, genocidas, etc. El problema es la obsesión de esta gente en salpicarnos con sus debates. Insisten hasta la extenuación no ya en volver a las trincheras -si acaso alguna vez salieron de ellas-, sino en meternos de cabeza a nosotros en ellas.
Se hace urgente una obra de síntesis. Una obra en la que historiadores de izquierdas y derechas asuman como causa última la investigación histórica, y no ser los mamporreros del partido de turno. Por ahora, lo único con lo que nos encontramos es con la versión historiográfica de ese argumento tan querido por nuestros políticos de "y tú más".

¿Otros temas? Si te interesa -como es mi caso- la Hispania antigua o la Protohistoria, este ha sido un año pésimo. Y si te interesan los estudios sobre la época medieval más allá de las biografías (o al menos, de las biografías de personajes regios), no ha sido mucho mejor.

Y no hablemos ya de otras vías de la divulgación histórica. Ese ente (nunca mejor dicho) público que es TVE apostando por una serie de temática "arqueológica" como Planeta Encantado, en la que se mezclan las pirámides con los extraterrestres, a Jesús de Nazareth con los extraterrestres, las pinturas de Tassilli con los extraterrestres... sin comentarios.