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EN LAS ESTANCIAS DE CLÍO

Los cátaros: más acá del mito (III)

¿Por qué tuvo éxito el catarismo?
Examinar las causas del éxito es una cuestión compleja. Lo cierto es que en el siglo XII, la iglesia católica estaba en uno de sus peores momentos de popularidad: como han señalado algunos autores, seguía envuelta en una utopía de sociedad rural, con una perfecta armonía entre "oratores", "bellatores" y "laboratores", cuando hacía mucho tiempo que la sociedad había empezado a avanzar mucho más...
La pequeña y mediana nobleza occitana estaba casi desarticulada. No existía la primogenitura, por lo que las tierras se dividían en partes iguales entre los hijos. El resultado es que los caballeros solían ser dueños de una porción de suelo miserable, que tampoco rendía mucho, ya que las rentas que pagaban los campesinos eran fijas y no muy altas. Por si fuera poco, buena parte del suelo occitano eran alodios, propiedades de hombres libres no sujetas a tributo.
Además de esto, la nobleza vio como una de sus principales fuentes de ingresos estaba a punto de escapar de sus manos: el diezmo. A lo largo del siglo X, las parroquias que se oconstituían es colocaban bajo la protección y custodia de la nobleza. El diezmo que se pagaba para el sostenimiento de dicha parroquia era administrado por el noble, en calidad de garante. Pero en el siglo XII, la Iglesia católica, harta de que los caballeros no custodiaran o administraran los diezmos, sino que directamente se los quedaran, quiso administrarlos ella misma. Se desató así un conflicto entre los caballeros y la Iglesia que se tradujo en un aumento del sentimiento anticlerical entre la nobleza. Así, comenzaron a ver con buenos ojos a unos cátaros que tenían en la crítica a la Iglesia católica uno de sus puntales. Y que, llenos de dinero, y necesitados de protección, estaban dispuestos a compensar económicamente a aquellos que les protegieran.
En 1145, Geoffroy de Auxerre, compañero de San Bernardo de Claraval afirmaba: En verdad, encontramos algunos caballeros obstinados, no tanto por error, según nos parece, como por codicia y mala voluntad.
Entre la burguesía, ya se ha adelantado algo en el post anterior: el despegue de las ciudades libres, basado en la circulación de capitales y el comercio, ve en el catarismo un aliado clave. Muchas ciudades no dudan en proteger a los cátaros, quienes llegan a ocupar puestos de relevancia en los gobiernos locales. Frente a ellos, el catolicismo ve cómo un campo superpoblado sirve de fuente demográfica para el crecimiento de unas ciudades que son vistas como centro de todo vicio.
Entre el campesinado, prende como entre la nobleza, el contenido anticlerical del catarismo. Anticlericalismo basado en el pago de los diezmos y demás cargas fiscales que se debían a la Iglesia. Tal vez, en muchos casos, su inclinación por el catarismo se hacía siguiendo el camino que ya había tomado su señor.
Sin embargo, no conviene exagerar. El catarismo se nos presenta como un movimiento probablemente más urbano que rural, más aristocrático y burgués que campesino. La mayoría del campesinado no pasó de "oyente", o si acaso, de "creyente". Los discursos simples y anticlericales de los perfectos les fascinaban, pero de los interrogatorios inquisitoriales se desprende que de dichas prédicas sólo retenían retazos unidos entre sí de manera más o menos confusa.
Otro factor a tener en cuenta era el femenino: en el siglo XII muchas mujeres empezaron a tomar conciencia "de género", como diríamos hoy. El catarismo admitía a las mujeres en plano de igualdad a los hombres, pudiendo llegar a ser perfectas. Muy al revés que un catolicismo que consideraba a las mujeres poco menos que seres inferiores, fuente de toda desgracia y pecado.
Evidentemente, esta reivindicación de su feminidad no podía darse en mujeres campesinas que trabajaban de sol a sol, sino en mujeres de mayor preparación (y tiempo libre). No resulta extraño que la proporción de gente de origen aristocrático fuera claramente mayor entre las perfectas que entre los perfectos.
Las casas de las damas cátaras jugarán un papel decisivo en la expansión y protección del catarismo.

Este panorama occitano sería más o menos transmisible al norte de Italia, donde el despertar económico y cultural estaba haciendo que también se cuestionaran muchas cosas...
Sin embargo, la Iglesia Católica persistió en su error: siguió dando pruebas de corrupción e incapacidad, los curas a menudo eran hombres simples y sin formación incapacer de salir bienparados de un debate con perfectos. Se siguió condenando a las mujeres a poco menos que el ostracismo y las ciudades seguían siendo consideradas nuevas Babilonias.

Cabe, en este punto, hacerse una pregunta: ¿Por qué en latitudes más septentrionales el catarismo no arraigó tanto? Los factores son varios. En primer lugar, la población católica desplegó un activismo mayor. Muchas veces, los propios campesinos asaltaban las cárceles donde estaban presos los herejes para quemarlos ellos mismos, sin esperar al juicio. Por otro lado, los adversarios de los cátaros eran de mayor calidad: el norte de Francia se convirtió en un núcleo intelectual en el que se leían y estudiaban con profundidad las Escrituras y la Filosofía: París, Chartres, Reims... El bagale teológico y filosófico de las élites católicas del norte superaba ampliamente a las del sur. Hildegard von Bingen, los hermanos Elisabeth y Eckbert von Schönan... no tuvieron reparo en sacar a colación las miserias de la Iglesia católica que servían de alimento al catarismo, a la vez que oponían argumentos teológicos al naciente catarismo septentrional, desbaratándolo.
Finalmente, en el norte hubo una mayor interrelación entre poder civil y religioso. A menudo sus representantes provenían de una misma familia, y los grandes magnates tenían cancilleres y asesores instruidos en los centros septentrionales del saber. La Iglesia y la nobleza, a diferencia de lo sucedido en el sur, se apoyaron y protegieron mutuamente.

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