Ponga un celta en su belén.
Teniendo en cuenta las fechas en las que nos encontramos, casi resulta obligado dedicar un espacio, aunque sea mínimo, a glosar las Navidades, en cualquiera de sus múltiples facetas.
Cuando la divulgación de temas históricos se mezcla con el asunto navideño, el resultado suele ser una pléyade de artículos y reflexiones sobre si Jesús nació en el 7, el 3 o el 2 antes de Cristo, o sobre si la "estrella" era un cometa, una supernova o una conjunción planetaria, sobre los rituales paganos invernales y su asimilación por el cristianismo...
Curiosamente, hay un detalle histórico que suele ser ignorado sistemáticamente, y es el hecho de que en Palestina, entre fines del siglo I a. C. y comienzos del I d. C., hubo un contingente de tropas celtas al servicio de la monarquía local.
Los protagonistas de este post son los gálatas. Éste es el nombre (galatai) que los griegos dieron a un conjunto de gentes de lengua celta que en torno al 300 a. C., procedentes de la Europa central y después de haber cruzado la llanura húngara y el valle del Danubio, cayeron sobre la península balcánica.
A lo largo del primer tercio del siglo III a. C., sostuvieron varias luchas con los estados griegos con variada fortuna: unas veces vencedores, otras vencidos, en el 279 llegaron a saquear el santuario de Delfos.
Dividido este pueblo en varios grupos, unos -los menos- continuaron vagando por Grecia. La mayoría regresó al norte, y asentados en Tracia, fundaron el "reino" de Tylis, que subsistió hasta el 210.
Sin embargo, mientras se producía el saqueo de Delfos, otros gálatas habían llegado tan al este que cruzaron el Helesponto y penetraron en el Asia Menor. Nicomedes I de Bitinia les ofreció parte de Frigia, que pasó a denominarse Galacia o Galatia. Comenzaron así a prestar sus servicios como mercenarios en las luchas libradas entre los distintos reinos helenísticos, a la vez que continuaban efectuando incursiones de rapiña contra los territorios vecinos. Sin embargo, no tuvieron mucha suerte. Antíoco Soter de Siria los venció en el 270, y Atalo de Pérgamo, cuatro veces entre el 241 y el 230. Aunque las victorias atálidas no fueron aplastantes, inspiraron un conjunto escultórico de galos moribundos y agonizantes que fue colocado en el templo de Atenea en Pérgamo. Las estatuas, fueron copiadas por los romanos y dichas copias aún pueden verse hoy en día, resultado sobrecogedoras por su belleza y dramatismo.
Aún sufrieron una nueva derrota en el 165, a manos de Eumenes II de Pérgamo. Esta derrota sí resultó decisiva. Los gálatas, definitivamente debilitados, empezaron a entrar en la órbita del imperio romano en el 88 a. C, pasando a ser provincia en el 25. Los nuevos amos fundaron en el centro del país una capital, Ancyra, la actual Ankara.
Más de un siglo después, San Pablo les dedica a los gálatas una de sus epístolas, previniéndoles contra la codicia, la idolatría y los excesos del cuerpo.
En los últimos tiempos del imperio romano, San Jerónimo observaba que en la Galatia, siete siglos después de su fundación, seguía hablándose una lengua muy semejante a la de Tréveris, en las Galias orientales, aunque aclaraba que se servían preferentemente del griego para expresarse.
Sobre la helenización de los gálatas, resulta interesante recordar la inscripción hallada en Egipto, en la capilla de Horus del templo de Seti I, realizada en el 186 ó 185 a. C. por unos gálatas al servicio de los Ptolomeos. Obsérvese que los autores se expresan en griego y llevan nombres plenamente griegos...
Ton Galaton Thóas Kallìstrates Akhannon Apollonios ethomen kaí alópoeka elábomen ode
"De los gálatas, Thoas, Calístrates, Akhanon, Apolonio, hemos venido y cogido un zorro aquí".
Llegados a este punto, os podéis preguntar qué tiene que ver todo esto con la Palestina de hace 2000 años. Pues bien, el inefable Flavio Josefo nos cuenta en La Guerra de los Judíos que Cleopatra tenía a sus órdenes un contingente de 400 gálatas. Tras la victoria de Actium y la muerte de Marco Antonio y Cleopatra, Augusto, dueño absoluto de Roma (y Egipto), puso esa guardia al servicio del rey Herodes (I, 397)
Lo curioso es que el mismo Josefo vincula a unos gálatas con la muerte de Jonatán, hermano pequeño de Herodes, muerte en la que éste último para haber estado implicado:el joven (Jonatán) fue enviado de noche a Jericó, y allí murió ahogado en una piscina por los gálatas. (I, 437). El problema es que las fechas no cuadran; Jonatán murió cinco años antes de que Augusto pusiera a los soldados gáltas de Cleopatra a disposición de Herodes. ¿Se hizo un lío con las fechas Josefo? ¿Había allí otros gálatas antes?
La guardia gálata fue fiel hasta el final. Dice Josefo del entierro de Herodes: alrededor del féretro estaban sus hijos y el grueso de sus familiares; detrás de los lanceros, el batallón tracio, los germanos y los galos, todos ellos con su equipamiento de guerra. (I; 672)
Como se puede ver, Herodes tenía a su servicio contingentes extranjeros de variada procedencia. Roma no quería que corriera peligro uno de sus principales peones en Oriente Próximo, un peón que era cuestionado por su propio pueblo.
Pero ¿qué fue de los gálatas tras la muerte de Herodes? Manejando las fechas, es lógico pensar que los gálatas no eran exactamente los mismos que habían estado al servicio de Cleopatra, quienes ya habrían muerto o estarían demasiado viejos. Pero sí debió haber una especie de guardia gálata, cuyos miembros eran relevados por compatriotas (igual que la Guardia Suiza vaticana) de manera más o menos constante. ¿Echarían raíces en Palestina después de tantos años? ¿Regresarían a su tierra? ¿Fueron asumidos por los sucesores de Herodes? Ni Flavio Josefo ni el Nuevo Testamento nos dicen nada al respecto.
Imaginemos la posibilidad ¿remota? de un niño judío hijo de una joven llamada Miriam y de un carpintero llamado Joseph, que en un determinado momento se cruza en cualquier lugar con un grupo de guerreros más altos y de pelo y tez más claras que la de los habitantes de Palestina, fuertemente armados con sus largas espadas de remoto origen lateniense, con sus torques al cuello, hablando una jerga mitad griego mitad galo... ¿qué impresión le habría producido?
Nota: los textos de La Guerra de los Judíos están extraidos de la edición de Jesús María Nieto Ibáñez (Bibioteca Clásica, Gredos, 1997)
Cuando la divulgación de temas históricos se mezcla con el asunto navideño, el resultado suele ser una pléyade de artículos y reflexiones sobre si Jesús nació en el 7, el 3 o el 2 antes de Cristo, o sobre si la "estrella" era un cometa, una supernova o una conjunción planetaria, sobre los rituales paganos invernales y su asimilación por el cristianismo...
Curiosamente, hay un detalle histórico que suele ser ignorado sistemáticamente, y es el hecho de que en Palestina, entre fines del siglo I a. C. y comienzos del I d. C., hubo un contingente de tropas celtas al servicio de la monarquía local.
Los protagonistas de este post son los gálatas. Éste es el nombre (galatai) que los griegos dieron a un conjunto de gentes de lengua celta que en torno al 300 a. C., procedentes de la Europa central y después de haber cruzado la llanura húngara y el valle del Danubio, cayeron sobre la península balcánica.
A lo largo del primer tercio del siglo III a. C., sostuvieron varias luchas con los estados griegos con variada fortuna: unas veces vencedores, otras vencidos, en el 279 llegaron a saquear el santuario de Delfos.
Dividido este pueblo en varios grupos, unos -los menos- continuaron vagando por Grecia. La mayoría regresó al norte, y asentados en Tracia, fundaron el "reino" de Tylis, que subsistió hasta el 210.
Sin embargo, mientras se producía el saqueo de Delfos, otros gálatas habían llegado tan al este que cruzaron el Helesponto y penetraron en el Asia Menor. Nicomedes I de Bitinia les ofreció parte de Frigia, que pasó a denominarse Galacia o Galatia. Comenzaron así a prestar sus servicios como mercenarios en las luchas libradas entre los distintos reinos helenísticos, a la vez que continuaban efectuando incursiones de rapiña contra los territorios vecinos. Sin embargo, no tuvieron mucha suerte. Antíoco Soter de Siria los venció en el 270, y Atalo de Pérgamo, cuatro veces entre el 241 y el 230. Aunque las victorias atálidas no fueron aplastantes, inspiraron un conjunto escultórico de galos moribundos y agonizantes que fue colocado en el templo de Atenea en Pérgamo. Las estatuas, fueron copiadas por los romanos y dichas copias aún pueden verse hoy en día, resultado sobrecogedoras por su belleza y dramatismo.
Aún sufrieron una nueva derrota en el 165, a manos de Eumenes II de Pérgamo. Esta derrota sí resultó decisiva. Los gálatas, definitivamente debilitados, empezaron a entrar en la órbita del imperio romano en el 88 a. C, pasando a ser provincia en el 25. Los nuevos amos fundaron en el centro del país una capital, Ancyra, la actual Ankara.
Más de un siglo después, San Pablo les dedica a los gálatas una de sus epístolas, previniéndoles contra la codicia, la idolatría y los excesos del cuerpo.
En los últimos tiempos del imperio romano, San Jerónimo observaba que en la Galatia, siete siglos después de su fundación, seguía hablándose una lengua muy semejante a la de Tréveris, en las Galias orientales, aunque aclaraba que se servían preferentemente del griego para expresarse.
Sobre la helenización de los gálatas, resulta interesante recordar la inscripción hallada en Egipto, en la capilla de Horus del templo de Seti I, realizada en el 186 ó 185 a. C. por unos gálatas al servicio de los Ptolomeos. Obsérvese que los autores se expresan en griego y llevan nombres plenamente griegos...
Ton Galaton Thóas Kallìstrates Akhannon Apollonios ethomen kaí alópoeka elábomen ode
"De los gálatas, Thoas, Calístrates, Akhanon, Apolonio, hemos venido y cogido un zorro aquí".
Llegados a este punto, os podéis preguntar qué tiene que ver todo esto con la Palestina de hace 2000 años. Pues bien, el inefable Flavio Josefo nos cuenta en La Guerra de los Judíos que Cleopatra tenía a sus órdenes un contingente de 400 gálatas. Tras la victoria de Actium y la muerte de Marco Antonio y Cleopatra, Augusto, dueño absoluto de Roma (y Egipto), puso esa guardia al servicio del rey Herodes (I, 397)
Lo curioso es que el mismo Josefo vincula a unos gálatas con la muerte de Jonatán, hermano pequeño de Herodes, muerte en la que éste último para haber estado implicado:el joven (Jonatán) fue enviado de noche a Jericó, y allí murió ahogado en una piscina por los gálatas. (I, 437). El problema es que las fechas no cuadran; Jonatán murió cinco años antes de que Augusto pusiera a los soldados gáltas de Cleopatra a disposición de Herodes. ¿Se hizo un lío con las fechas Josefo? ¿Había allí otros gálatas antes?
La guardia gálata fue fiel hasta el final. Dice Josefo del entierro de Herodes: alrededor del féretro estaban sus hijos y el grueso de sus familiares; detrás de los lanceros, el batallón tracio, los germanos y los galos, todos ellos con su equipamiento de guerra. (I; 672)
Como se puede ver, Herodes tenía a su servicio contingentes extranjeros de variada procedencia. Roma no quería que corriera peligro uno de sus principales peones en Oriente Próximo, un peón que era cuestionado por su propio pueblo.
Pero ¿qué fue de los gálatas tras la muerte de Herodes? Manejando las fechas, es lógico pensar que los gálatas no eran exactamente los mismos que habían estado al servicio de Cleopatra, quienes ya habrían muerto o estarían demasiado viejos. Pero sí debió haber una especie de guardia gálata, cuyos miembros eran relevados por compatriotas (igual que la Guardia Suiza vaticana) de manera más o menos constante. ¿Echarían raíces en Palestina después de tantos años? ¿Regresarían a su tierra? ¿Fueron asumidos por los sucesores de Herodes? Ni Flavio Josefo ni el Nuevo Testamento nos dicen nada al respecto.
Imaginemos la posibilidad ¿remota? de un niño judío hijo de una joven llamada Miriam y de un carpintero llamado Joseph, que en un determinado momento se cruza en cualquier lugar con un grupo de guerreros más altos y de pelo y tez más claras que la de los habitantes de Palestina, fuertemente armados con sus largas espadas de remoto origen lateniense, con sus torques al cuello, hablando una jerga mitad griego mitad galo... ¿qué impresión le habría producido?
Nota: los textos de La Guerra de los Judíos están extraidos de la edición de Jesús María Nieto Ibáñez (Bibioteca Clásica, Gredos, 1997)
5 comentarios
Logan -
Macías P. -
Toni M. Jover -
Por cierto, muy interesante artículo.
Tasz -
Espero que encuentres los ratos necesarios para seguir engordándolo que lectores no te van a faltar.
A Flavio Josefo habría que hacerle un monumento, se le critica mucho por su falta de rigor pero al menos nos ha dejado una obra desde donde empezar a tirar de muchos hilos.
Hermesm -